sábado, junio 02, 2007

con ánimo de engrudo

Estoy en Rancagua, solo, escuchando las evoluciones de un camión de basura procesando su recolección, interrumpido de cuando en cuando por la sirena de un tren que no acaba de pasar (¿es tanto el silencio que se escucha la línea tan distante o es que me lo imagino como acorde necesario para una noche y una imagen como ésta?). Estoy en un departamento del centro, el equivalente a un departamento en Portugal, es decir, cerca de todo pero donde no pasa nada. Y peor. Nada. Rancagua es una ciudad muerta de noche. Por lo menos lo que alcanzo a conocer. Me han sugerido un par de tugurios, todos paquetones, todos con una decencia cínica. Enfrente hay un café, el Haití, por lo que me cuenta Nicolás, un café pretencioso, donde va el jet-set de Rancagua. Es como cualquier café de Providencia, pero grande. Una especie de Tavelli pero sin pretensiones de diseño (y bastante más barato, por cierto). Una especie de Tavelli con lomos a lo pobre. Uhm. Ando un tanto disoluto. Creo que es el síndrome de abstinencia. Ya ni siquiera soy un chispazo de mí mismo. Creo que queda algo así como el susurro del flúor de un sticker de papa frita. Es el problema de las malas elecciones.
Hablando de idiotas. Uno acaba de quemar neumáticos en la esquina. Zopilotes. Como si con eso se volvieran más hombres, o más interesantes. Nunca he entendido esa admiración adolescente por la imbecilidad. Ni cuando era (¿?) imbécil ni cuando adolescente. Esa predilección por la risa idiota. Por el acto idiota.
Actos idiotas. Como dejarla partir por estar tu vida sentado al borde la cama con la mano en las sienes mirándote la punta de los pies. Y tus “problemas”. Al final de eso se trata todo esto. Este mes de mayo que Elliot se equivocó y puso en abril.
De eso se trata todo esto. De las malas elecciones. Había que soltarlo. Esto ni siquiera debería pertenecer aquí. Fue un mal striptease.







como si alguien leyera esto

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