martes, julio 06, 2010

Escena en bus

En la penumbra del bus, iluminada cenital como en un teatro, una mujer dibuja. Yo la observo desde la penumbra, en otra butaca, diagonal a la escena, bocetear líneas y diseños geométricos, y formar una historia, y dibujar viñetas, y darles movimiento al pasar de un cuadro a otro, de una viñeta a otra.

Verla dibujar bajo ese efecto teatral del bus inquieta, el modo en que se revuelve y acomoda en el asiento hasta dejar la croquera en el ángulo perfecto sobre su muslo intriga, el brazo libre para trazar las líneas, y la luz cayendo sobre la croquera la obra, la protagonista, dialogante con la rubia oculta tras el respaldo del asiento y que importa menos que la obra.

¿En qué piensa una mujer que dibuja formas geométricas en movimiento arriba de un bus que traza una curva larga sobre la carretera, una de las tantas sobre la geografía, y que le dan movimiento al espacio en un planeta que se mueve? Contemplo el juego de espejos y líneas  en el tiempo por viñetas geométricas y ventanas en movimiento, propiciadas por la luz cenital y amarilla, la oscuridad teatral del bus, que impide que veamos otra cosa que la escena de la rubia que dibuja atardeceres geométricos arriba de un bus, en cuclillas o acostada para que la obra encuentre la luz, luz que se nos hará escasa cuando enciendan el pasillo y todo, todo vuelva a la vulgaridad.

miércoles, mayo 12, 2010

Adiós al ídolo, adiós al tiempo.


Vuelvo a escribir a propósito de la más absoluta y aparente banalidad. Ayer se realizó en Santiago la despedida de José Luis Sierra, capitán y referente de Unión Española. Fui al estadio para gozar por última vez en cancha de la magia del Coto, sus pases largos (como el maravilloso que coronó Marcelo Salas en Wembley, hace ya doce años), cambios de juego, distribución parsimoniosa y elegante como ya no se ven, y por supuesto sus tiros libres imposibles de atajar (como el tan manido ante Camerún en el Mundial de Francia). ¿Acto de fanatismo? Absolutamente. José Luis Sierra Pando y Jaime Pizarro fueron mis únicos ídolos deportivos, y valía la pena el homenaje (¿Zamorano? no, el empuje y las ganas no son suficientes. ¿Salas? Técnica exquisita, pero algo no me encajaba en su actitud. ¿Rambo Ramírez? tal vez, pero su comportamiento en la cancha no siempre me pareció honroso. La lista podría continuar.).
Entre la neblina aposada en Santa Laura, veía como el suave galanteo entre la pelota y los jugadores se llevaba los últimos minutos "de corto" del Coto. Pero también veía cómo entre los pies de mi ídolo se iba toda una etapa, más de quince años de mi vida. Los cambios de frente me llevaban de una escena a otra, admirados de su visión de cancha, con mi padre compartiendo sobre la cama un partido de Chile; cada tiro libre, hacia el grito de cientos de gargantas en el colegio, cuando suspendieron las clases para Chile-Camerún; la moderación que siempre tratamos de seguir como ejemplo familiar, y que Sierra llevaba en su juego, la mesura en las palabras y el trato, exquisito con el balón y con sus compañeros. Veía en los ojos serenos del Coto el profesionalismo al aguantar las malas rachas en nuestro equipo de amores, y el goce del triunfo con el campeonato 2005. El mismo tesón y profesionalismo con que fuimos con mi padre al partido con Ecuador en esas Clasificatorias, que aguantó enfermo solo por verme feliz y compartir esa alegría conmigo; el mismo que llevó don Fidel en su enfermedad y sus últimos días. Recordaba cuántas veces en esa butaca de Andes el grito de gol, de ira o de aliento se había llevado consigo las rabias, frustraciones, cansancios, problemas, entremedio del pasto y el cigarro. Los comentarios con mi padre ya en el hospital sobre los avatares de partidos que él no hubiese visto, pues no compartíamos el club, pero sí el amor por el juego elegante e inteligente... 
Anoche se despedía el titiritero, el 10, el creador del mundo narrado del fútbol, de la mímesis de tantas personas, que luego de la catarsis futbolera volvían a poner el hombro a tanta adversidad. Y se iba también parte mía, gestos y olores que no volverían a jugar, sino como aroma perdido entre un álbum de fotos, una novela releída, un documental ocasional.
Gracias por traer de a 90 minutos fragmentos de mi memoria emotiva. Gracias por el fútbol, Capitán.

sábado, abril 10, 2010

Defensa crítica del mechoneo: el problema es otro (para variar)

Un nuevo año universitario que comienza, y como siempre se pone el grito en el cielo con respecto al mechoneo. Los nuevos estudiantes le temen, los viejos lo esperan para desquitarse, los padres y los medios se escandalizan ante esta práctica violenta y vejatoria. ¿Para qué, por qué, de dónde viene?

Primero acuden a nuestra mente las novatadas de las universidades norteamericanas, que hemos visto en tantas películas y series que ya asumimos como verdaderas. Así que el mechoneo se inscribe en la misma lista de Halloween, los Baby-shower, los malls y el libre mercado. Y Homero Simpson. ¿Es necesaria tanta humillación, degradación y violencia? se preguntan diarios electrónicos y en papel. Para Halloween, ¿es necesario tanto horror en niños? Disfracémoslos de angelitos, se ven más lindos, más puros (disfrazar es una práctica tan común en ciertas clases en Chile).

Para ambas preguntas, la respuesta es sí. Y sí sobre todo en un país tan sin fiestas ni noción de comunidad como Chile. ¿Que son importados y no responden a nuestra identidad? Sí. Pero hace rato que nuestro mestizaje dejó de ser hispano-indígena. Tal vez para Halloween esté más de acuerdo en hacer algo local. Nosotros tenemos la noche de San Juan, y el primero de noviembre es el día de los muertos, tenemos nuestras brujas, fantasmas y monstruos, y otras formas de acceder a la muerte que tanto quieren alejar nuestros expertos en asepsia moral y sanitaria.

Pero el caso de hoy es el mechoneo. Es una muestra de qué ocurre cuando se saca del currículo escolar (disfrazadamente, dulce o travesura) la discusión filosófica, literaria y la indagación cultural en pos de una enseñanza técnica y útil para la vida (y para no discutir mucho, como a muchos conviene, porque es una lata, es mejor dedicarse al canto y a la pelota después del asado). El mechoneo es un rito de iniciación, uno más entre los muchos que han existido y siguen existiendo en la historia (pregúntele a sacerdotes, arte marcialistas, participantes de sociedades secretas, scouts, etc). Si se observa y googlea con calma y atención, se observará que todo rito de paso semantiza ese concepto abstracto en algo corporal que podemos observar, es decir, es un símbolo. ¿Cómo encarnar el paso de un estado a otro?

Soñé con la muerte, me salió el arcano 13 en el tarot, ¿me voy a morir? No, te vas a transformar. Dejas de ser lo que eras para transformarte en otra cosa, mudas de piel, dejas la crisálida, etc, etc etc. Pues es lo mismo en el mechoneo. Se trata de marcar el paso, transformar al novato en nada, despojarlo de su carga social, económica, política, etc. y sobre todo de su ego, para que llegue "virgen" o puro a la cofradía. Deja de ser lo que eras antes para que seas uno de los nuestros. ¿Es necesaria la degradación, la humillación? Absolutamente. ¿Cómo si no recordarte que vuelves a cero, que has muerto y naces a una nueva vida, donde solo eres uno más? ¿Es necesario el mendigar, despojado de ropas, humillado, sucio? Sí. Es una gran lección de humildad. ¿Y la violencia? ¿Qué me dice de la violencia?

La violencia siempre surge de la ignorancia. ¿Cuántos de los ejecutores del mechoneo están conscientes del valor simbólico de su acción? ¿Saben que al manchar el cuerpo, enlodarlo, rodearlo de basura, pintarlo, transformarlo en signo y texto de la degradación, lo inscriben, lo conjuran, y le hacen dejar atrás todo lo que fue para que inicie una nueva etapa? ¿Saben que la humillación tiene que ver con anular la altanería, la soberbia del ego de quien ha logrado el mayor triunfo de su vida, según cree? ¿Saben que la humillación común es una forma de crear comunidad entre cada nueva generación y la cofradía de la que se hacen parte?

La mayoría de los casos de violencia en los mechoneos surgen de no conocer qué significa, qué implica un mechoneo. Para muchas personas la palabra carnaval solo implica brasileñas con poca ropa o italianos enmascarados. No significa una ruptura de las jerarquías, una horizontalización de las relaciones, una musaraña al poder. ¿Cómo evitar la violencia en el mechoneo? Simple. Enseñando qué significa esta tradición, que implica. De ahí surgirá el límite entre la humillación simbólica y la traumática; entre la violencia arquetípica y la física; entre una fiesta de iniciación universitaria e intoxicados, heridos, y carabineros controlando el orden público.

sábado, abril 03, 2010

Afirmado en un recodo del tobogán.

Diario personal: Octubre de 2009


"Hace un tiempo escribí en alguna libreta un microcuento. Un sujeto estaba frente al poder, e iba a hablar. De pronto la lengua se le comenzaba a hinchar dentro de la boca, y se le iba hacia atrás, y le ahogaba. Es de la época en que empecé a dejar de escribir. Esa sensación se mantiene. Muchas veces dormida. Pero sigue ahí, infectándome. Es como un bicho. Un bicho que de seguro escribió Quiroga. O que bien podría escribir Quiroga. Para el caso de las influencias es lo mismo. Siguen ahí. Siguen sin dejarme hablar. A veces pienso que se alojó en el hipotálamo, porque desde entonces siento que lo aprietan, bloqueando las emociones."

La escritura es un acto en primer término de imaginación. Y para eso hay que volver a las sensaciones y emociones más básicas, a esa parte infantil o adolescente que patea enfadada sobre la boca del estómago o sobre la garganta en el día a día. La escritura es un acto intelectual, pero el intelecto le sorbe al arte cuando está en germen. La escritura solo puede ser intelectual al momento de la revisión, del tarjar. Pero el torrente debe ser básico, no lleno de diques que al fin y al cabo son externos. El problema está en que en el campo intelectual la sensiblería, la emocionalidad, está mal vista, es inocentona. Ya no es tiempo para sentir y andar flotando entre emociones como una jovencita naive de una película norteamericana.

Sentir. ¿Es tiempo para romanticismos? Estoy empezando a leer Las horas, de Michael Cunningham. Me retrotrae a lo que me identifica con la Woolf. Esa sinestesia permanente que fuera objeto de hueveo entre mis amigos, y ese amar la realidad que hace querer traducirla. Entonces a la pregunta la respuesta es Pareciera que sí. El acto literario tiene imperativamente que ser un acto de amor, de generosidad, de darse y de recibir. De otra forma la obra se vuelve no más que un hurgueteo en el ombligo. O tal vez no sea nada más distinto que un hurgueteo en el ombligo.

Ahora solo tengo tiempo para meter las emociones bajo la alfombra. Y es tanto polvo que me he puesto cobardica y no me he metido a limpiar. Da un poco de miedo, están a punto de estallar. Debajo de la alfombra está el bicho.

Tengo que explorar en el bicho. Se mantiene alojado en mi tráquea, en mis manos. Y chupa. Es un hoyo negro. No debo olvidar que según Hawkins los agujeros negros de cuando en cuando liberan energía. El hondo no puede seguir para siempre. Por lo menos la lectura ha vuelto. En la medida de lo posible. Siempre de lo posible.

De aquí sale una lista de cosas que cambiar:



1. Escuchar. Todo tiene que decir.
2. Let it flow. Suena mula, pero es verdad.
3. Leer cada vez que pueda. Incluso Elric puede servir si se lee con el corazón. A veces creo que esto de la literatura menor o de entretención tiene más que ver con el receptor que con la obra. He aprendido muchas lecciones de cómics de superhéroes.
4. Escribir. Creo que más personas que solo Rene leen este blog. De ahí que esta nota personal salga publicada. Desnudo en el tejado, como viene.

miércoles, marzo 17, 2010

A veces las novelas de fantasía hacen buenos diagnósticos...

Los Vadhagh vivían en grupos familiares que ocupaban castillos aislados, dispersos por todo un continente llamado por ellos Bro-an-Vadhagh. Apenas había ninguna comunicación entre aquellas familias, pues habían perdido tiempo atrás el impulso de viajar. Los Nhadragh vivían en sus ciudades, construidas en las islas de los mares del noroeste de Bro-an-Vadhagh. También ellos mantenían pocos contactos, ni siquiera con sus parientes más cercanos. Y ambas razas se consideraban invulnerables. Ambas estaban equivocadas.

2. El Hombre, recién llegado, comenzaba a multiplicarse y extenderse como peste por el mundo. Una peste que atacaba a las razas antiguas en donde las encontraba. Y no sólo era muerte lo que llevaba consigo el Hombre, sino también terror. Deliberadamente, redujo el mundo antiguo a ruinas y huesos. Inconscientemente, provocó un desorden psíquico y sobrenatural de tal magnitud que incluso los Grandes Dioses Antiguos no lo comprendieron.

3. Y los Grandes Dioses Antiguos empezaron a conocer el Miedo.

4. Y el Hombre, el esclavo del miedo, orgulloso en su ignorancia, continuó su progreso a tropezones. Era ciego ante los grandes cataclismos levantados por sus ambiciones aparentemente insignificantes. De hecho, el Hombre era deficiente en sensibilidad, no percibía la multitud de dimensiones que llenaban el Universo, cada Plano en intersección con varios otros. No era el caso de los Vadhagh o de los Nhadragh, que habían sabido moverse libremente entre las dimensiones que ellos denominaban los Cinco Planos. Habían observado y comprendido la naturaleza de los muchos Planos, además de los Cinco a través de los cuales se movía la Tierra.

5. Parecía, por tanto, una terrible injusticia que aquellas sabias razas perecieran a manos de criaturas que aún eran poco más que animales. Era como si los buitres se dieran un festín y se pelearan sobre el cuerpo paralizado de un joven poeta que sólo pudiera mirarlos con ojos confusos mientras ellos le robaban lentamente una existencia exquisita que nunca podrían apreciar, que nunca sabrían que estaban arrancando.”

Michael Moorcock, Corum, el caballero de las espadas (fragmento)