miércoles, octubre 14, 2009

La Obra.



"Durante un tiempo la Crítica acompaña a la Obra, luego la Crítica se desvanece y son los Lectores quienes la acompañan. El viaje puede ser largo o corto. Luego los lectores mueren uno por uno y la obra sigue sola, aunque otra Crítica y otros Lectores poco a poco vayan acompasándose a su singladura. Luego la Crítica muere otra vez y los Lectores mueren otra vez y sobre esa huella de huesos sigue la Obra su viaje hacia la soledad. Acercarse a ella, navegar a su estela es señal inequívoca de muerte segura, pero otra Crítica y otros Lectores se le acercan incansables e implacables y el tiempo y la velocidad los devoran. Finalmente la Obra viaja irremediablemente sola en la Inmensidad. Y un día la obra muere, como mueren todas las cosas, como se extinguirá el Sol y la Tierra, y el Sistema Solar y la Galaxia y la más recóndita memoria de los hombres. Todo lo que empieza como comedia termina como tragedia"
Roberto Bolaño. Los detectives salvajes.

domingo, octubre 04, 2009

Los desamparados III

En la plaza mira los niños a través de ese libro que la deja respirar. A veces juega con ellos en una postal de alegría. Otras, se limita a sonreír.

En el trabajo a veces les toma la mano y se las acaricia con el pulgar.

La puedes ver también saliendo del hospital, con un “negativo” bajo el brazo, aliviada de la angustia de que no le alcance, de que está mala la cosa, de que más adelante...

miércoles, septiembre 02, 2009

Galope


Corren desnudos por entre los árboles. Sus cabellos flotan al viento, no les importan las miradas, sus músculos desafían la ley de la gravedad, su piel corta el imperio del viento, y brilla soberbia libre de atavíos. Son cientos de cuerpos desnudos sobre la hierba, al galope, todas las bocas unidas por el mismo sabor, por el mismo placer: somos libres, completamente libres.

Minutos después, se miran las caras, aburridos.

lunes, agosto 31, 2009

Literatosis

Hoy me iba a sentir un Balzac: escribiría una línea. Pero después me acordé de Monterroso, de que yo soy otro, y...

miércoles, agosto 26, 2009

Del por qué algunos hombres se comen las uñas


En el principio no había razones para matar. Cuando las hubo, los asesinos cargaron con el hecho de tener las manos manchadas con sangre. Y trataban de ocultarlo, inquietos por el remordimiento. De aquello surgió la noble disciplina de lavarse las manos, llegando a ser el aguamanil importantísimo, tanto en cenas reales como en meriendas de venta. De tan practicantes y asiduos a la higiene, muchos asesinos conseguían una muerte honorable, con la conciencia tranquila y las manos impolutas.

Pero la culpa es inmortal: al volver a la vida, se muerden las uñas.

viernes, agosto 14, 2009

Los desamparados II: la cuentacuentos (ayudamemoria)


Se sube a la micro por una de las puertas de atrás. Avanza entre la gente, entre el escándalo de ser tocado por otro. Por fin se hace de un lugar, un vacío cerca de una de las puertas. Y se cuelga de uno de los pasamanos. Yo apenas me he dado cuenta de lo que pasa: voy encerrado entre un libro y los audífonos. Pero entre los silencios de la música me llega un rumor. La mujer algo está voceando. Cuentos.
Los hombres tienen pene, y las mujeres, pena. Fin. Algunas señoras se revuelven incómodas en los asientos, otras miran por la ventana. Los hombres la enfocan con enojo o risa. Ella se disculpa por si causó alguna incomodidad, pero es como piensa. Y continúa con sus microhistorias. Tristes, las historias.
Mientras habla las personas chacharean entre sí. Los lectores leen sobre sí. Los demás no escuchan, pegados en el devenir de los carteles por las ventanas. La cuentacuentos habla, y su voz está cada vez más metalizada, y ella más pequeña. Ya no la veo entre la gente, y apenas me llega su voz. … deben ser contadas... mi trabajo... historias... personas... olvido. Hace rato que nadie le pone atención. El farfulleo sentado sobre la cuentista la desapareció. Lo último que escuché fue sobre Zola Sierra. Y su decepción ante las escasas monedas que cayeron en su mano. Y una imprecación silenciosa al suelo cuando el bus desperdigó sus papeles por el suelo, en plena calle, frente al hospital Salvador, al bajarse.

domingo, julio 19, 2009

Vara alta

¿Qué es eso de dejar la vara alta? Un(a) amante, una clase, una novela. ¿Es la novela, el amante, o el deseo de quien lo experimenta?

La modernidad se basó en la idea de progreso infinito. Ha hecho crisis, y los intelectuales buscan acercarse a lo orgánico para explicar los fenómenos de la realidad. Dialogismo, interacción, simultaneidad. Sin embargo, esta modernidad en la posmodernidad permanece enquistada. Evolucionar, escalar. Ideales que nos mueven. Pareciera que cualquier derrocamiento, incluso de esta idea, nos lleva a estados superiores.

Esto es lo que está de fondo en la idea de la vara alta. Pasamos de una experiencia a otra, y ésta necesariamente tiene que ser mejor que aquélla.

Progreso.

¿Por qué la experiencia tiene que ser progresiva?

Con aquél modelo en mente, siempre tendremos relaciones insatisfactorias (de toda índole), pues impondremos nuestros deseos al objeto, en vez de contemplarlo y disfrutarlo cual es. El amante debe ser así y así. Y mejor que X, porque si no me habría quedado allí. Y estamos con él/lla pensando en los requisitos que debe cumplir, y no en él/lla

El deseo del progreso siempre nos llevará a la insatisfacción, y a las odiosas comparaciones... y a no estar en ninguna parte.

Progresamos si fluctuamos sin imponer, y caminamos lo que tenemos que caminar.

O al menos es más satisfactorio.

sábado, julio 18, 2009

Los desamparados I


En la peluquería, anónimo, suave de voz. Largo, delgado, como un árbol recién creciendo. Si le sostienes la mirada, la baja con una vergüenza tan ligera como indescriptible. Toma cada grupo de cabellos con timidez y suavidad, y raspa desflecando como una disculpa. Si le hablas, le preguntas o le corriges el corte, lleva los ojos hacia dentro, los hombros hacia adelante, el pecho para atrás, el mentón abajo, como un niño pequeño que espera la llegada del hombretón que tiene de padre, de las manos gigantes sobre su cuerpo frágil, de la mirada ausente de la madre, de los reproches por el álbum de estampas y los paisajes, y el agua.
Cuando te vas barre los cabellos en silencio. Cuando cruzas la puerta sonríe, vuelva pronto, que esté bien, y continúa barriendo, a la espera de otro cliente, de una tarde larga y desapercibida.

viernes, julio 17, 2009

Los desamparados


"Lo que pasa es que a primera vista no se los advierte, o porque por lo menos resulta que buena parte de ellos no lo parecen a primera vista, o porque en muchos casos no lo quieren parecer. Y porque, al revés, grandes cantidades de seres que pretenden serlo contribuyen a confundir aun más el problema y hacer que uno crea al final que no hay desamparados verdaderos.
Porque claro, si a un hombre le faltan las piernas o los dos brazos, todos sabemos, o creemos saber, que ese hombre es un desvalido. Y en ese mismo instante ese hombre empieza a serlo menos, pues lo hemos advertido y sufrimos por él, le compramos peines inútiles o fotos de colores de Carlitos Gardel. Y entonces, ese mutilado al que le faltan las piernas o los brazos deja de ser parcial o totalmente la clase de desamparado total en que estamos pensando, hasta el punto de que lleguemos a sentir luego un oscuro sentimiento de rencor, quizá por los infinitos desamparados absolutos que en ese mismo instante (por no tener la audacia o la seguridad y hasta el espíritu de agresión de los vendedores de peines y de retratos en colores) sufren en silencio y con dignidad suprema su suerte de auténticos desdichados"
Ernesto Sábato: Sobre héroes y tumbas. El dragón y la princesa. V