miércoles, octubre 03, 2007

CONCURSO


A los pocos lectores que quedan:
Como han podido notar, hace tiempo que no publico nada, y que cada vez están más distanciados los posteos. Tiene que ver con una revisión personal. La cercanía de los cumpleaños y los ciclos hacen que festejemos, revisemos y cuestionemos. Estoy en un año de balance, de decisiones: 27, la edad de la cuerda floja. Es la última oportunidad de decidir tu destino (como siempre, como a cada rato, pero en este caso es simbólico), recuerden el club de los 27: Janis Joplin, Jimi Hendrix, Jim Morrison, Kurt Cobain, Brian Jones, Robert Johnson. Es melodramático, pero, desde nuestro (aguante Orgón, un recuerdo para vos, Mario, Rene) punto de vista, es una reubicación de la midlife crisis provocada por la velocidad de los tiempos y el capitalismo tardío.


En fin. Después de la perorata, el concurso. Habrán cambios y probablemente me mude. Eso está decidido. La pregunta es: ¿Qué giro te gustaría que diera Plátanos Orientales? ¿Qué es lo que más te ha gustado de este blog? ¿Qué quisieras ver en el nuevo giro de este espacio?

Espero sus comentarios. A ganar, a ganar.


El premio es sorpresa. Si es materialmente posible, seguro sea una ronda de tragos pagada por el servidor.

domingo, septiembre 23, 2007

The Suicide's Argument


Ere the birth of my life, if I wished it or no
No question was asked me--it could not be so !
If the life was the question, a thing sent to try
And to live on be YES; what can NO be ? to die.

[spacer]NATURE'S ANSWER
Is't returned, as 'twas sent ? Is't no worse for the wear ?
Think first, what you ARE ! Call to mind what you WERE !
I gave you innocence, I gave you hope,
Gave health, and genius, and an ample scope,
Return you me guilt, lethargy, despair ?
Make out the invent'ry ; inspect, compare !
Then die--if die you dare !

Samuel Taylor Coleridge

Hace tiempo no apuntaba nada en el blog (se está volviendo una mala costumbre). Estando para variar en el lado del no. Hojeando en Internet me encontré con este poema. Estando en el lado del no se espera, se sienta en su sillón favorito y se fuma, con la vista fija en la pared, el mundo en ocaso, y traslúcido se espera. tic. tac. La mano apoyada en el brazo ni tiembla cuando el cigarrillo se consume y las cenizas desafían la gravedad. Ignoras el sol que se oculta y sale mil veces, ignoras que el universo no son los intersticios que se expanden sino los espacios que hay entre ese vacío, y que los espacios son cajones, de sastre, o no, pero todos esperan a que te concentres, te vuelques en ti mismo y flotes como una mota de polvo susurrando entre tus compañeros para que se desvíen, que hay huecos en la piara, y entre ellos se sale al prado, la cerca es baja, leve, sólo necesitas correr, cerdo, y saltar, sólo un poco, un poco más fuerte, que el barro es más ancho, y la muerte más lenta, al otro lado del muro.

jueves, septiembre 06, 2007

Iluminaciones (ii)

¿Qué hacer ante la miseria?
Otra vez en un Mac. Es un deporte del hambre y el crédito.

Una pareja en su cita. En serio, deberías salir en un comercial, le dijo. Porque esa es su belleza perfecta, y lo era. Ya lo hice, respondió. Dónde puedo conseguirlo. Se sonríen. Se besan. Ante una ventana: arcos dorados, todo hacia un punto de fuga, la luz del sol al final de una brillante perspectiva. Se besan.
Mientras, un niño mugroso deambula con un papel roñoso, sucio, pobre. Vendo una rifa, me compra una. No hay premios, ni direcciones, ni logos: hay mugre. Pasa entre las mesas, y lo miran con desprecio, lo rechazan. Se detiene ante mí, con esa fracción de esperanza porfiada antes del rechazo. Y le sonrío. Sus ojos brillan. ¿Qué quieres? Vendo una rifa. ¿Cuánto? A ver. No me alcanza, compadre. Lo siento. De verdad no alcanzaba. Un par de monedas sueltas que no daban el ancho. El niño ni se inmuta. Media vuelta y a otras mesas. Lo ignoran. El consuelo cristiano de al menos haberlo tratado como persona impide la pena. El niño deambula.

La pregunta es cuánto te puedes conmover, o cuánto te debes conmover.

Y está esa chica, la del otro lado del Mac, y escribe. Quizás porque escribe también parece guapa, aunque sea un tanto masculina. Sus ojos azules se abren, y mira la ausencia. Sus ojos se abren a un mundo más grande. Y ve. Ve apoyando su mejilla en la mano, inclina un tanto el cuello, y contempla. Nada. Más allá. Lo apunta. El niño ni consigue vender la rifa falsa ni escamotear unas papas sueltas. Una pareja de visitadores médicos se las niega.
La chica que escribe lo llama, ven, cuál es tu nombre (el nombre), qué vendes, busca en sus bolsillos y no encuentra las monedas, y le sonríe con pesar. No hay. Y el niño se mueve entre las mesas del desdén, de las bocas incorporando su bigmac. Y los ojos azules, masculinos, le miran marcharse (le miro marcharse), miran dentro, escriben. Yo me refugio en la novela (Baricco, para variar, ahora Sin Sangre, qué bien escribe el bendito desgraciado): cien metros planos a un despeñadero (9 s.)

Al rato, una madre. De nuevo morenos de mugre (disimulada con el lavado antes de salir, la señora le deja un bañito pequeño, cerca del lavadero, pero no alcanza). El niño abre su boca grande para que entre la papa frita lacia, rrande mama, rrande, sí, mijo, le roba una que otra papa, se las baña en ketchup, qué mono te tocó (no se lo hicieron elegir, esporádicos, comprando sólo papas, bebida, y un mono a granel, qué señora, dijeron), y el niño columpia sus pies en la silla, los zapatitos que se le caen de grandes, un poco de moco seco alrededor de su nariz, otra papa lacia, el ketchup que se alía con la mugre, vamos, apúrate que vamos a llegar tarde y no vamos a alcanzar a ver al papi, al papi, papi, mamá le vamos a llevar papitas rritas al papi, sí, déjale, vamos, que vamos a llegar tarde, vamos, que la micro viene llena y el viaje es largo, largo, largo mami? largo?


Una niña vende llaveros. Tampoco me alcanza. Pero el otro niño me alecciona y le doy las que tengo encima. La niña me pide bebida. Se ha acabado. Saco de mi mochila agua mineral y le convido. La niña sonríe. Es un poco de agua. Esa garganta se debe haber calmado un poco. Le brillan los ojos mientras toma el vaso rrrande con las dos manitas. Atrás, una familia bien constituida, con niños mañosos de malos modales, nos mira. La foto fue subterfugial, no quise invadir a la niñita. Pero resultó terriblemente decidora. Iluminaciones profanas. Fotos desde la guata:

Vale más que mil palabras.




Así que hay que ver lírica. Leamos poesía entonces.


Y fui abriéndoles un poema (malo, luego no tanto: Bertoni, ya citado en este blog). Un hombre solo, va en dirección opuesta a una beldad. Choca con un poste. Vuelta a la realidad (prolepsis).

Cuánto te puedes conmover. ¿Pero esto entra en la PSU? ¿Lo preguntan? ¿Sirve?

Qué?

Es un hombre solo, miserable, que no puede conseguir su objeto de deseo porque andan en direcciones opuestas. ¿y?
Hay que vivir, tres cuotas faltan para pagar la vida, a ver si nos levantan la hipoteca alguna vez
¿y?


¿y?




Los cerezos. Piensa en los cerezos.

Cerezos


Los cerezos. Gracias a Dios existen los cerezos. Gracias por las dos semanas que quedan de cerezos. Gracias porque justo ese día el cielo estaba azul.

Ese día enterramos a mi abuela.

¿Sabrá el pajarito la fragilidad de la belleza? ¿La fragilidad de todo esto? ¿La pequeñez de la memoria? ¿Habrá leído Las moscas?

viernes, agosto 24, 2007

El arquetipo de la cosa


En esa sociedad al llegar a la mayoría de edad todo joven debía cumplir con un rito sagrado: elegir su nombre y determinar cuál apellido habría de llevar, pues es un derecho llamarse por lo que es y no por el deseo.Esa sociedad amaba la libertad y los símbolos.

Había quienes pensaban en sus recuerdos, en sus huellas, en su amor. Otros, como Juan, en quien pegaba más fuerte, o quién lloraría menos.

miércoles, agosto 22, 2007

Carta abierta a mis compañeros de colegio


Hubo un tiempo - uno solo, continuo, imperceptible - en que flotamos, unidos por nada / más que un líquido que nos entregaba nutrientes, calor, pero que, por sobre todo, nos hizo pensar que el mundo era grato, una fuente inagotable de placer, de completud.
Hubo un tiempo en que el agua nos abrazaba, éramos todos en ese líquido amniótico, y reíamos en burbujas que estallaban en la corteza exterior, y escuchábamos - sí, en ese tiempo escuchábamos - cómo afuera sonreían, es hermoso, decían, es luminoso, pero lástima que se va a acabar alguna vez, una pena, decían. Y la voz a veces dejaba caer la sorpresa Patea, viste? y la placidez, nos cantaba que así en el líquido amniótico nos hacíamos uno así también cambiaríamos el mundo, y saldríamos para abrazarlo también, porque éramos comunitarios, hermosamente gentiles, unidos. Y nos lo creímos, brotaba de nuestras gargantas un sonido común - un sonido vacío, intransmitible, mera vibración, una música de fondo en un sueño perdido a las seis de la mañana - y juramentamos, tan hermosos como inconscientes, promesas tan impracticables como toda belleza en el mundo real.
Tal vez supimos qué se venía porque el último mes nos abrazamos más fuerte que nunca, tal vez incluso algunos nos llegamos a tocar, a palpar esas narices aún informes y los ojos aún cerrados, y sonreíamos, y apretamos nuestras manos, y tras la tela inmunda que eran nuestros párpados, en la borra asquerosa que tenían nuestros labios, vimos ese poco de luz que se asomaba por la grieta, cada vez más grande, en lo que nos había mantenido juntos, y nos abrazamos a los que teníamos más cerca, y, felices, temimos. Y hubo entonces hecha la luz, y el frío, y el dolor. Y nos separamos. Nos hicimos en la separatividad. Entonces aún recordábamos, y hubiésemos sido geniales, pero una cosa es cierta: la belleza y el amor tienen tanto a veces de cerrar los ojos, de recordar, de borrar la distancia del yo, de anular el acto de incorporar, y no ser más que un tubo, un precioso tubo vacío por el que ha de pasar el mundo libre y nosotros, aquellos, con las manos en palmas abiertas, habríamos de amar, de proyectar esa sombra cálida que nos quitaron con el primer baño de realidad - es cierto, en la realidad no se puede amar una criatura berreante, unida por la viscosidad de un líquido incomprensible de uno en uno, no se puede, y nosotros no quisimos - porque conocimos la luz, y el intento civilizatorio de cortar el cordón, aprender a caminar, a hablar, a mirar, a actuar (en nuestra vida).
Y fuimos muchos, entonces, y pocos, aún. Lloramos la pérdida, berreamos por el triunfo, porque pensamos en esas voces y en doblarles la mano, ¡qué importaba la separatividad, si nacimos juntos y pateamos en las mismas aguas! ¡Eso no se olvida, eso es una marca!
El vientre es un lindo sueño. Y queda en nuestra mente como un buen recuerdo, como el sueño de la sombra de algo imperceptiblemente hermoso, con un toque de carne en las noches de borrachera, como una pizca de nuez moscada al despertar en medio de la noche con la cabeza en el pecho de la amada. Pero no es ya más que eso. Porque cuando nacemos al mundo nuestras manos se cierran, toman el gesto absurdo y vano de incorporar, tener, comer, retener, vestir, de ir poco a poco creyendo en que más lejos es más, y más Yo es más, y más me diferencie más dejaré mi huella en las cenizas que nos tocaron pisar. Pero se nos olvida el viento.
Tenemos entonces que ir a la casilla del banco - esa caja pequeñita, numerada, de cristal, donde cabe sólo el más preciado de nuestros objetos - y darnos cuenta de que guardamos sólo polvo, y que sin nuestros brazos abiertos estamos vestidos y solos, y con un sabor cada vez más huidizo en nuestra garganta.
Pero está bien, cabros, está bien. Somos ya adultos y nos avergüenza andar desnudos, ya somos hijos de la mancha, ya nos parió la conciencia. Nos informaron ya que junto con la primera mota de polvo y con el primer haz de energía surgió el mal, nos hablaron del Big Bang: Nuestro universo nació para separarse, es la condena de no soportar(nos) demasiada unión.
Una cosa es cierta: jamás nos unió nada concreto. Y allí radica la belleza de todo esto, y la tragedia de la palabra recuerdo.
Salvo por los mal paridos. Salvo por los que les quedó un trozo de carne en el ombligo, y lo dejamos estar ahí, tal vez lo dejamos crecer y le permitimos podrir nuestras carnes. Porque para el mundo de afuera es eso, tanto de podredumbre y de poca higiene esto de dejar enquistarse el vidrio en el zapato, la grieta en la lengua, el trozo de cordón en el ombligo.
Otras veces salimos a abrazar, y nos encontraron ridículos, risibles, niños a los que había que corregir. Llegaron nuestras madres, y las sustitutas de nuestras madres, a educarnos, a ser tan maduros como ellos, tan civilizados como ellos, tan individuos como ellos.
No, está mal. Desde qué punto, no lo sé, pero está mal. El hombre como especie, como todas las especies, tiene un solo mandato: adáptate, sobrevive. Entonces está bien. Debemos madurar, dejarnos de tonteras y desvincularnos afectivamente del recuerdo, del mundo, para así triunfar, dejar nuestro nombre, prolongar nuestro apellido, y dejar este mundo con la paz de que hice bien las cosas, de que era lo correcto, de que tengo mi nicho bien ganado. Basta con nuestro terruño, nuestro pequeño feudo: una mujer que me ame, unos hijos que me respetan, una familia a la que querer y enterrar, una casa mía para la vejez, toda mía para que la segunda generación la demuela y reduzca nuestros huesos a ceniza; un auto para cinco años más, un jardín, y un balón en una plaza que entonces parecerá extraño, un poco ridículo, y nos hará jugar con la mirada en el suelo, en el balón y nuestro hijo, y no veremos más ya nada, porque no hay nada que ver, porque estaremos todos en la misma plaza, y sólo veremos nuestra vergüenza, nuestras ganas de poner un vacío entre cada estrella. Y está bien, de eso se trata. Mal que mal, somos hijos del Big Bang.
O bomba de racimo, como lo llamábamos entonces.

Los quiero a todos.
Inmutable,
Nerciano

viernes, agosto 17, 2007

Secreto de la vida familiar


En un comedor lleno de riquezas que carecen de sentido
mirando hacia dentro sin saber qué es lo que buscamos
cenamos juntos para ocultar la vergüenza de no saber ser
de no saber amar de no saber hacer de no saber vivir
La desesperación tranquila es el secreto de la vida familiar
Tememos caer por una pendiente que se hunde en el infinito
Existiendo sólo como ausencias y en el Tiempo siendo
/sombras
mascamos en silencio una costilla sacada del primer
/hombre
(A. Jodorowsky)

La depresión está sobrediagnosticada



Traduzco parte de un artículo aparecido en The Guardian hoy:
"A demasiada gente le están diagnosticando depresión, cuando meramente están infelices, dijo un importante psiquiatra hoy. Las emociones normales son a veces tratadas como enfermedades mentales porque el umbral para la depresión clínica es muy bajo, según el profesor Gordon Parker.

El profesor Parker dice que la depresión se ha vuelto un diagnóstico "multiuso" guiado por el inteligente mercadeo de compañías farmacéuticas que lleva a la creciente prescripción de drogas antidepresivas. En su artículo del Diario Británico de Medicina dice que las drogas están siendo comercializadas más allá de su "verdadera utilidad" en casos en los cuales las personas están más infelices que deprimidas.
El siquiatra, de la New South Wales University, Australia, dijo que el "sobrediagnóstico" de depresión comenzó en los 80, cuando se bajó el umbral de diagnóstico para los desórdenes menores de ánimo. (...) Los síntomas que califican incluyen "sentirse triste, melancólico o bajoneado" por dos semanas, o cambio en el apetito, problemas en el sueño, descenso en la líbido y cansancio. El siquiatra dice que estos síntomas son tan comunes que la mayoría de las personas los han tenido alguna vez en la vida. Bajo las actuales condiciones, se piensa que uno de cada cinco adultos ha sufrido depresión durante su existencia."
El boom fue en los 90, y se ha criticado el papel de las compañías de drogas. En Japón, las compañías han apuntado al reconocimiento de que la "depresión suave" necesita tratamiento medicamentoso. "GlaxoSmithKline hizo correr un aviso en el país sobre la depresión suave: La depresión es una enfermedad que cualquiera puede tener. Puede ser curada por la medicina. La detección temprana es importante".
Entre 1998 y 2003 la venta de antidepresivos en Japón se ha quintuplicado, según los estudios de la OMS. La compañía GlaxoSmithKline vio un incremento de la venta de Paxil de US$108000000 a US$298000000 entre 2001 y 2003.
Sin embargo, algunas instituciones benéficas a cargo del cuidado de la salud mental rechazaron la idea del profesor Parker. Dicen que es mejor sobrediagnosticar la depresión que no tratarla. Otro estudio dice que gracias al aumento del diagnostico de depresión, la tasa de suicidios en Gran Bretaña ha bajado en un 10%. Aunque los doctores sí están de acuerdo en que se confía demasiado en los medicamentos. "Suelen ser prescritos cuando hay otras alternativas de tratamiento."
La OMS predice que la depresión será la segunda enfermedad más seria globalmente después de los problemas al corazón.

***

Me llamó la atención este artículo no sólo por la asquerosa presencia del "mira quien se beneficia" en el asunto, sino por de la medicación de las enfermedades, o de la medicalización de la experiencia humana. Propio del modelo racional es que nos escindamos de la experiencia y la observemos como objeto. Cuando el espíritu duele, es decir, cuando las emociones se des-normalizan, la tratamos como enfermedad, como algo que debe ser corregido. Sin embargo, cuándo las emociones, por más dolorosas que sean, no son normales? Por qué tenemos que anular la emoción. Es natural sentir decepción, es natural sentir dolor, pena. La angustia es parte de nuestra existencia. Para algunos define nuestra forma de ser humanos, en tanto sujetos incompletos. Cuidado, el dolor es una respuesta natural, normal. El problema es otro.

miércoles, agosto 15, 2007



No soporta. No puede. Lee a Balzac en su departamento y del otro lado de la pared le llegan los chirridos de una persecución y uno que otro balazo al aire. Ve el polvo en las calles caer al paso de las levitas, y escucha a los autos volar por sobre la autopista. Cuatro capítulos dislocados. Arroja de golpe a Balzac en el bergiére (pag. 253) y sale a la puerta de su vecino.

Lo encuentran en el pasillo horas después, frente al 14-B, policontuso y fracturado. En la mano muerta, aferra un pequeño caballito de metal y algunos trozos de fibra de carbono.

Su muerte no apareció en periódico alguno.

Do the evolution


Martin O'Carroll, dueño de una fuente de soda de la capital, decidió ampliar su negocio hacia el mercado del reparto de comida. Pensando en los distintos segmentos, compró los medios de transporte que se puede ver en la fotografía: una bicicleta, una bicimoto y un scooter. La designación es simple: el scooter para las sopas y pastas, la bicimoto para las pizzas y sandwiches calientes (para que no se pierda la costumbre de la pizza tibia y retrasada) y la bicicleta para las ensaladas y platos fríos.
Don Martín contó con un credito blando del Fosis para su fabulosa idea, que ha traído réditos importantes tanto para sus empleados como para su negocio. Las ventas de Mordisco's han aumentado en un 40% entre las 14 y 16hrs, ampliando su clientela a internautas, universitarios, amas de casa inadecuadas y mascotas hiperdesarrolladas: don Martín cuenta con más que los partidos de Colo Colo y Universidad de Chile para llenar sus arcas. Mario Rodríguez, repartidor de ensaladas, ha visto un incremento de un 15% en sus propinas semanales, pues los vegetarianos del barrio El Bosque Norte se identifican con él. Adolfo Gutiérrez sobre su bicimoto es la sensación de Escuela Militar, incrementando el cuchicheo de las empleadas deseosas de sus atributos tensos al iniciar la marcha en cada esquina. Aunque todo negocio próspero tiene sus dificultades. Osvaldo Peñaloza, repartidor de sopas, no acostumbrado a la velocidad, sufre de tics que han obligado a ofrecer sólo menús de media sopa y pasta.
Nuestro Gobierno invita a todos los microempresarios a sumarse al ejemplo de O'Carroll y su Mordisco's. Imaginando se crece mejor, recuerda Augusto Montenegro, encargado de proyectos de la zona centro-poniente. Y le creemos.
Diario Comunal, 13 de Agosto de 2004

jueves, julio 26, 2007


Ciruelos gemelos
Tarde florece uno
Temprano el otro

(Yosa Buson)

Luche


Subjuntivo. El modo subjuntivo es el modo de lo virtual, ofrece la significación del verbo sin actualizar y a él pertenecen las formas verbales con las que el hablante considera la acción o proceso como algo irreal, como un hecho que existe en su pensamiento pero al que no puede atribuir fuera de éste, existencia real con seguridad: Espero que estés en casa; Ojalá lo hagas; Acaso vaya. Luche. Subjuntivo.

Luche (conocido en Argentina como rayuela - sí, la novela hace un guiño con eso -) juego que nació como representación del proceso vital, según un sacerdote español [más info]. El juego encarnaría, tendría un símil, con el deambular del hombre, errabundo, hasta llegar al cielo.

Representaciones.

Todo se complica ya has logrado pasar el estado de difícil equilibrio entre un casillero y otro, has logrado superarlo, lanzas de nuevo el tejo y cae justo al límite, en el margen mismo de una serie de casillas. Entonces se hace imposible llegar al Cielo.

Y te quedas, en equilibrio, contemplando a ver si el tejo se va de un lado a otro, ahí, en una pata, en una pata de pollo.

lunes, julio 23, 2007

Soñaremos con ovejas electrónicas...

No tengo la novela a mano pero se recuerda una de las secuencias que se salvan de ella: Deckard y su esposa discuten sobre su programación neuronal del día que comienza. Sí, en Sueñan los androides con ovejas electrónicas, de P.K.Dick, existe una máquina para programar las emociones que se experimentarán durante el día. Si quiero andar relajado por la vida y sin ganas de coquetear con la cajera del supermercado, digito el 78 y listo: andaré todo el día relajado y sonriente (Transantiago incluido) y cuando pase mi comida frente a la hermosa cajera la ignoraré como si fuese una máquina. Y existe además el control social a través de los medios de comunicación, a lo Gran Hermano, a través de unos personajes de corte infantil que abstraen a las personas de la espantosa realidad. Falta el Panóptico para completar el cuadro.

Aterrador, otro ejemplo de la deshumanización a través de la técnica, pero qué más da, es sólo literatura.
Sólo es literatura.
Fíjense en este software:
Como se alcanza a leer, Natura 2.0 es un software de relajación y programación neuronal.
Mientras escribo, corro el demo en mi pc. Me siento increíble (aunque la escritura no lo denote).

El link es obvio. Junten o programen miedo:

Bienvenidos al futuro!!! O debería decir
01000101010111100110010001111100010100101000010111000101010101 !!!

sábado, julio 21, 2007

La fiesta inolvidable (barrabases)



chicos lindos los de la sub-20. lindos. el arrojo de los imberbes. una mirada que no habla de sobrevivir, sino de jugar. y eso es suficiente para volverlos estrellas. dirán que no es mucho en este país de amargo. no sólo aquí. lindos los chicos, alegres, confiados, soberbios. chicos.

la alegría compensa todo, reúne. se junta el carecido con el consentido. y bien. la pelota es transversal. cambia en la calidad de los cascos, en cuánto aguanta la presión, en cuán fácil se pela, si guarda polvo de cemento o briznas de pasto. pero la pelota es la misma. la alegría es la misma. cabros chicos lindos los de la sub-20.

lindos porque nos mostraron alegría, inocencia, buen trato (de balón), pachorra. lindos porque cuando salieron fueron a ganar la copa (de eso se trata un campeonato, no?), se fueron cantando reggaetón desde el país de los neuróticos Meanies, y creímos. ellos la pisan, la amasan, juegan con la cachaña, la pillería del chileno. y creímos.

y claro que fue hermoso. caían los rivales que jugaban. y fue creciendo la alegría. comenzó la fiesta.


como buena fiesta era abierta: se sacaron los parlantes a la calle, se colgaron guirnaldas, papas fritas y maní de las mesas. y los cabros lindos dejaron pasar a todo aquel que quisiera pasarlo bien. y lo pasamos. y caían los rivales, y nos íbamos con sonrisas de los bares, nos abrazábamos con desconocidos. lindo. chicos lindos.

Pero es una fiesta abierta. y conocemos sus peligros.

primero entraron los indeseables de siempre. los paracaidistas, que llegan borrachos e intimidan a los que sólo la pasan bien. llegaron los que ponen su propia música, lo que se meten a tirar en tu baño. pero da igual, es una fiesta, es parte de. démosle, sigamos jugando.

y cayeron tantos rivales que llegamos a semis. aquí la cosa se vuelva linda, con esa belleza que tiene la miseria inocente. aquí la fiesta es distinta. es importante. semis. en un mundial. y jugando bien, ganando. no pasando a la chilena (empatar porque así no se ofende a nadie), ganando.

los cabros lindos ritualizaron. se maquillaron, se pusieron sus mejores trajes. se pintaron los pelos, se hicieron raros peinados nuevos. es que esto es especial, y hay que mejorarse, enchularse. esto no se vive todos los días. nos estarán mirando, podemos enganchar con una chica guapa, nos tenemos que mostrar. eso tiene cierta belleza inocente de la miseria. de la precariedad. los argentinos están acostumbrados. es un partido más para llegar al objetivo. ni pragmatismo, es normalidad. el cumpleaños de la prima v/s la fiesta mechona, de grandes, a la que te invita el hermano mayor.

y la fiesta fue como tiene que ser. mucho exceso, mucho nerviosismo. ebrios por el triunfo, por el juego. recuérdese: chicos lindos, ingenuos, que juegan. juegan. alegría, sueño. nos hicieron creer. pero recuérdese: una mirada que no sabe de sobrevivir. estos chicos no habían visto aún la guerra. la guerra en serio. la guerra sucia.

una de las cosas que da bronca es cómo lo incorrecto mata el sueño. el pragmatismo la fantasía. la trampa el jogo pillo. y los cabros se pusieron chúcaros. era que no. no es justo, es frustrante. el codacillo que nadie ve, la falta exagerada. todos lo vimos. la inteligentza criolla. y un ebrio frustrado es peligroso. golpea a diestra y siniestra. expulsa los años de, se le roba el pan de la boca y no llora, patea, se golpea contra los muros, choca con las otras parejas. nos robaron. nos pegaron. se burlaron de nosotros.



el partido me recordó una escena repetida: la chica pobre, enamorada del rico; el rico la invita a la fiesta, llega arregladita con sus miserias, bonita, humilde; no se sabe comportar; los otros ricos la burlan, le enrostran su miseria; la niña pobre corre llorando, humillada; el rico no sabe qué hacer, no puede hipotecar su clase; la niña se sube a un taxi entre lágrimas, no tiene cómo pagar, el chofer abusa de ella en un recoveco oscuro; llega a su casa, esconde el dolor, estuvo todo lindo mami, hubieses visto, no mamá, los ojos? no, no he llorado, puede que se me haya subido la champán, todo bien mamá, todo bien, todo súper bien. Carlos? si, no se atrevió a pasar. estuvo todo tan lindo, tan tan lindo, mami...



por eso, no los presionen. déjenlos con sus raros peinados nuevos, déjenles la ropa cara y chula, celébrenles el ritual. no le pidan peras al mekano, al sqp. son cabros chicos, cabros chicos lindos. cabros proletas que despeinaron la fiesta cuica de la fifa.

Pa la otra.

viernes, julio 13, 2007

vericuetos de lo posible, vericuetos de lo real


Inútilmente, magnánimo Kublai, intentaré describirte a Zaira, la ciudad de los altos bastiones. Podría decirte de cuántos peldaños son sus calles en la escalera, de qué tipo los arcos de sus soportales, qué chapas de zinc cubren los techos; pero yo ya sé que sería como no decirte nada. La ciudad no está hecha de esto, sino de relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado: la distancia hasta el suelo de una farola y los pies colgantes de un usurpador ahorcado; el hilo tendido desde la farola hasta la barandilla de enfrente y las guirnaldas que empavesan el recorrido del cortejo nupcial de la reina; la altura de aquella barandilla y el salto del adúltero que se descuelga de ella al alba; la inclinación de una canaleta y el gato que la recorre majestuosamente para colarse por la misma ventana; la línea de tiro de la cañonera que aparece de pronto desde detrás del cabo y la bomba que destruye la canaleta; los rasgones de las redes de pescar y los tres viejos que sentados en el muelle para remendarlas se cuentan por centésima vez la historia de la cañonera del usurpador de quien se dice que era un hijo adulterino de la reina, abandonado en pañales allí en el muelle.

En esta ola de recuerdos que refluye la ciudad se embebe como una esponja y se dilata. Una descripción de Zaira tal como es hoy debería contener todo el pasado de Zaira. Pero la ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en las esquinas de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, cada segmento surcado a su vez por arañazos, muescas, incisiones, comas.

Las ciudades y la memoria, 3.

Ítalo Calvino. Las ciudades invisibles.


miércoles, julio 11, 2007

Al estilo de Miguelanxo Prado


La luz mortecina cruza de la puerta a la barra del bar. El hombre se acoda, sediento.
-¿Qué quieres?
-Lo de siempre. ¿Es muy tarde?
-Sí.
-¿No vas a darme nada?
-No, nada más. Te está haciendo daño.
-¿Eso es lo que crees o lo que te han dicho?
La mujer saca las borras que quedan. El trapo parece una extensión de su brazo. Sirve un corto, se lo deja. Le mira:
-Sabes que ya no se puede más.
El hombre toma la copa al seco. Chasquea.
-¿Entonces no hay otra? ¿Ninguna más?
-No. Lo siento. De verdad lo siento.
El hombre golpea la barra y maldice para sus adentros. Se levanta, limpia su boca con el puño y se marcha, cayendo su voz, la cuenta y nuevas gotas en la barra del bar:
-Pudimos ser felices, no es cierto?
El paño se detiene. El reflejo se interrumpe por unas gotas de sal.

miércoles, julio 04, 2007

Dos casos de Lyon con Providencia


Antiguo territorio de aventura escolar. Lyon con Providencia continúa como sitio de sorpresas. Distintas a las de cabro que se busca y se siente raro y va a lugares alternativos para adquirir cosas que le ofrece el mercado para identificarse y ser distinto. Ahora voy a pagar cuentas, a otros lugares de objetos suntuarios y simbólicos necesarios para mi vida, y, sobre todo, ando de voyero, parando las orejas y mirando a los actuales adolescentes en su terreno, configurando su campo, corporalizándose como signos, a los oficinistas, a los nuevos, jóvenes profesionales, que no han cambiado en nada su territorialidad desde pendejos, sólo con objetos distintos (nada muy distinto a lo mío, tal vez la diferencia sea el tipo de ombligo), y a la gente, como se comporta en esa vitrina que debe durar un buen número de manzanas, entre Pedro de Valdivia, la costanera, Suecia y Providencia. Pero el lugar no es el tema. Tal vez pronto lo sea. Hoy no. Hoy son casos. Ahora el registro:

1. Pololear(me) en la adolescencia.




Fast scene: Corriendo para variar, paro en el Mcdonald's (sí, lo sé, supersizeme/globalización/fckngyankisgohome y todo lo demás, pero qué carajo, me gustan esas mierdas que se comen en menos tiempo que lo que se compran) y me trago una hamburguesa. Como no traía cargado el mp3, las orejas estaban absolutamente abiertas. Y me encuentro con la siguiente escena frente al espejo:
Un cabro, con esas zapatillas tamaño mono japonés (se infiere todo lo demás no?), echado en el asiento, conversa con su polola (?), escolar, montgomery corto, faldita plisada (bien ché todo). El tema: el nuevo peinado de la niña. O sea, uno de los pilares de la tierna edad, la imagen. Es interesante cómo construyen el yo en el cuerpo. Como imagean el yo posible.

-Esa foto que me mandaste me gustó caleta, la subí al flog. Parecíai otra mina. No sé, el pelo, la cara más larga, como los ojos más chicos, realmente otra mina. Me gustai más en la foto. (la niña, mientras, va poniendo cara de sorpresa, de disgusto, de pena - era que no-)
- Cachai lo que me estai diciendo.
- Eh
[aquí se viene. lo terminan por pelotudo]
- Tu creí?
La niña se toma el pelo, desarma su espantoso jopo, lo vuelve a armar.
- Mmm. Demás
- Me gusta la de la foto.






2. Art attack




En la fila del colectivo (frente al Lápiz López del Mall Panorámico) una chica y su pololo me miran con ojos de plato, no sé si por las barbaridades de mi conversación por celular o por haber nombrado a Baricco en medio de las barbaridades. La chica (para variar, como deben ser las mujeres en todo texto, de extraña belleza: pálida, manos que han trabajado - aunque delicadas, curtidas -, ojos grandes, ligeramente asomados a su rostro largo, delgado, hacia adelante, olfativo. La llaman: voz cariñosa, de niña, ligeramente arrastrada, como de gritar demasiado jugando. Melena corta, Juana de Arco, tal vez Nadja, garçonniere sin fatalidad, abrigo largo, pantalones anchos, botas cortas), ameliana, se entierra en los brazos del pololo (siempre me ha parecido un gesto corporal sencillamente amatorio).
Cuando su novio la deja, se queda mirando por encima - no desdeñosa, sino con esos centímetros de flote que da la música - durante mucho rato, comiendo la escena. Luego, llena el no-hacer de la fila con el intempestivo acto de abrir su mochila, sacar un paquete de té verde chino en bolsitas, y rotular cada uno de los sobres con bolsitas de té con un lema de múltiples lecturas: Mierda, mierda, mierda. Realismo 2007, con una caligrafía dificultosa entre infantil y segura, encuclillada, subterfugial, se arroja la niña campanita a su reto; a su gesto antisistémico; a su intervención contra el new age que - lee - el - tao - pero - se - olvida - de - que - no - se - puede - ser - espiritual - si - el - cuerpo - está - insatisfecho, su mensaje oculto contra los antioxidantes, la necesidad de configurar el mundo a su manera. La niña bella de corte garçonniere (Alicia Liddell tal vez) habla por teléfono mediante su voz aventurera y avisa que se va a bajar. Hace rato que vamos en el colectivo y dejamos ese cuadrante atrás. Aunque como lo llevo escribiendo todo el viaje, me quedo pegado y le entrego un papel para que vea el blog, que hablaré de ella, en un gesto de materializar el retrato (que ella debe haber leído como la sicopatía más atroz, que lo más seguro es que no lo vea y llame al pololo y a carabineros), en un gesto que sólo se hace en ciertos lugares de Santiago, en ciertos sitios de confluencia e inflexión, ciertas heterotopías que construyen nuestras ciudad: el recién descrito, el Paseo Ahumada, Mapocho, Merced, la Estación Central, Balmaceda, en fin. Los escenarios para los personajes. Al fin y al cabo se trata de los personajes. Siempre se dan en un no-lugar. O en un lugar elucubrado. Como este texto, y su lectura.



Bien. Extraoficialmente pasó el bache. De pronto abro los ojos, los oídos y el absurdo ensimismamiento se va. Una golondrina no hace primavera, así que hay que aprovechar la energía para mantenerla. Eso para los conocidos que visitan y se han topado con show de destape a la chilena, un striptease penca (y emocional)

Los extraños pueden volver. Se acaban los lloriqueos y los áccesits de poeta joven.
Bienvenidos nuevo los plátanos orientales.




(puede saltarse el post que sigue y el subsubsiguiente)

domingo, julio 01, 2007

(apología)

El propósito de este blog es comentar la realidad. Sin embargo, me he vuelto un poco sobre mi ombligo. No quiero caer en solipsismos baratos (mal que mal, esto no es un fotolog). Tiene que ver con la memoria, con el registro. Y en cierto sentido, con el apostolado. Ver para aprender, sobre todo los tropezones.
Creo que no ha perdido el norte. Aún.
S.T.

Poema que traduce un sueño

i like my body when it is with your
body. It is so quite a new thing.
Muscles better and nerves more.
i like your body. i like what it does,
i like its hows. i like to feel the spine
of your body and its bon
es, and the trembling
-firm-smooth ness and which i will
again and again and again
kiss, i like kissing this and that of you,
i like,, slowly stroking the, shocking fuzz
of your electric fur, and what-is-it comes
over parting flesh . . . . And eyes big Love-crumbs,

and possibly i like the thrill


of under me you quite so new


(e.e. cummings)


[este poema debió ser dicho hace muchos meses. ahora la sueño.
el poema es el cuerpo presente. presente como sombra.
oblicuo mantengo el abrazo que extraño.
su peso en mi cama
el olor de su piel.

como extraño nuestras mañanas.]

sábado, junio 30, 2007

Homenajes




Ha muerto Claudio Giaconni. Lo publicó La Tercera: murió Claudio Yaconi. Así de desapercibido. El Clinic lo sindica como autor de culto. Le presenta respetos en su último número (en contraportada, el titular recorta los brazos del senador Larraín jalándose los cabellos para demostrar que no usa peluquín). El homenaje consta de dos páginas en las que no se dice mucho, como suele ocurrir en las notas necrológicas y como ocurrirá por supuesto en esta entrada de Blog. Murió Giaconni, un escritor de culto de la generación del 50.

Como todo escritor de culto fue un vicio secreto. En particular no mío, de Giaconni sólo leí La difícil juventud y El sueño de Amadeo, en una edición Andrés Bello con prólogo de Edwards. Leo otras latitudes y tiempos. Pero Giaconni es una quemadura en la mano izquierda. Con él murió uno de esos tipos que te dejan consejos para los demás, imágenes para transmitirle a hijos, nietos, alumnos. Merece un homenaje. Y detracito, uno para el que tiraba aquella frase en clases, gruñendo, palmoteando su angustia (agón unamuniano), y que reconocí y comprendí en el cuento de Giaconni que guardo en un rincón para los momentos difíciles, El lector.

Gastón entraba en la sala con su carpeta (parecía un cartapacios), papeles varios y un par de libros bajo el brazo, cruzaba la sala sin mirar a nadie (aunque siempre buscaba las miradas de todos cuando aparecía en el umbral – un segundo, imperceptible – y luego bajaba la vista con un mohín) y arrojaba los papeles sobre el banco. Sus ademanes y saludos eran como de obra de Sieveking, de departamento cerrado. Movimientos rectos. Gastón nos increpaba desde el asiento del profesor con la mano derecha en la frente, tapando toda su pelada, y golpeaba cada cierto tanto la mesa. Sus piernas no alcanzaban bajo la mesa del profesor, así que estiraba una de ellas hacia el costado izquierdo, cual cuadro dadá. Nos arrojaba dardos furiosos, de una moral aparentemente añeja. Nos hablaba de amor, de respeto, de veneración. Se escuchaba en alguno de los pasillos que era un amargado. A algunos les recordaba el profesor Basura de El Ángel Azul. Podía ser. Pero, ¿qué quieren, si se le había muerto el amor de su vida, y no le quedaba más que un hijo que tocaba su guitarra con audífonos? Gastón era un amargado, pero un amargado con toda la razón del universo. Algunos espadazos: no sé si es persona, personero, personajeEsos tipos que arrinconan a las niñitas en la calle, mostrándose todas, sin pudor… y la de Giaconni. La de El lector: UNA MIRADA AL LIBRO, DOS MIRADAS A LA VIDA.

Eso no es Giaconni. Eso es Gastón. Pero ES el cuento de Giaconni que me marcó. Un sujeto lee, en su casa. Está inquieto, no sabe por qué. Toma su libro y se va a leer a una plaza. Allí lee hasta que unos niños con su madre (o su aya, no lo recuerdo) lo comienzan a distraer. La mujer le sonríe. El tipo está hastiado. Le molesta todo. Está intranquilo, sale a leer, no puede. Le molestan las cosas que están más allá de la página, esos niños, esos pájaros, esas cosas que viven alrededor. Y está intranquilo con su vida, no está seguro por qué. Es obvio el por qué.

Y ya que estamos con los homenajes, otro para Javier Moya (compañero del glorioso 4º B del ’98, del MIRBA). No sé qué será de él. A pesar de lo pinochetista, es un tipo que vale la pena. Qué lindo sería volver a verlo, bebernos un vino, abrazarlo. El dijo una vez: su problema, sr. Sandoval, es que usted vive su vida como una novela. Y la vida no es una novela. Lo dijo con ese tono cansino que le caracterizaba, como de abuelo en comida de fundo que habla mientras se guarda el pañuelo en el bolsillo de atrás. Javier tenía mucho de abuelo conservador de clase media: rígido, cuadrado, pero con buenas intenciones. Esas palabras de Javier, los balazos de Gastón, el cuento de Giaconni, son pequeños palitos que llevo en el bolsillo, que de cuando en cuando se me clavan entre las uñas cuando busco algo.

Ha muerto Giaconni. No leí mucho más de él. Guardo otros recuerdos de La difícil juventud. Pero deja lecciones. la escritura atenta, sin ostentaciones, a las mezquindades, a las precariedades, desde un existencialismo cariñoso, sin angustias grandilocuentes, sin (usando una de las palabras favoritas de Gastón) ostentaciones. Giaconni no sólo rescata la dignidad de las vidas mínimas, sino lo trascendental de lo cotidiano, del agón de lo superfluo.

Hay que leer más Giaconni. Aunque en cierto sentido, sus textos están siempre en la calle. Total, murió viviendo los libros que los literatos dejamos de leer, hace muchos, muchos conceptos atrás.

miércoles, junio 27, 2007

Atlas y mi ánimo

Hace mucho tiempo que no escribo nada,
en ningún ámbito de mi vida
(salvo los garabatos en la pizarra de la sala de clases).
Creo
que la mejor
explicación es
i
m
a
g
i
n
a
r:

Atlas con un desgarro en el omóplato
gripe
una hormiga caminándole por el culo
y TODOS los chinos saltando al MISMO tiempo.

No hay quien aguante.
Esta nota es sólo para no perder el hábito, que en este caso sí hace al monje.






(me he vuelto un quejica. a ver si posteo algo interesante pronto)

jueves, junio 21, 2007

Apología del idiota (Opiniones de un payaso)


No hay por donde. Cuando te mantienes fiel a un pasado que no quiere volver, que desea ser pasado, que dejó de amar el presente y pone alfileres en su ser-fue-pasado. No hay por donde cuando queda la ritualidad, los respetos y las preferencias. Cuando tu boca te deja amarrado a la brida, para siempre, y pasan los posibles, y tú eliges la herida, el terreno que ya no fue, que no quiso ser, que no ama ni desea pero que tiene su altar en la memoria, con flores de todos colores. Como leído hoy en El caballero del león, mi señor Yvain y yo heridos con la peor de las venganzas, cuando Amor te deja clavado de la jeta a una posta pasada, y caminas anteojado hacia la espalda.

Y dejas pasar. Y dejas pasar. El mundo te guiña el ojo, entibia el sol, te sonríe. Puede construirte un cuento de raigambre surrealista a partir de las yuxtaposiciones, todas deliciosas (el gesto, el sombrero, la mirada, el ringtone). Y tú te callas. Y te pones los audífonos. Y te excusas. Y dejas pasar. (agita la mano para despedirse. sonríe. y tú ya abajo en la micro como otra cosa que ya pasó)

No hay apología. No tiene nada de bonito. Quizá algo de ejercicio espiritual . Fitness to Masoch.

miércoles, junio 20, 2007

La edad de la sorpresa

Temores

A veces
las gatas
tienen
perritos



- Y eso nomás, señor? buh, qué fome.

Pasaron de inmediato a otro canal. y luego a otro. Esta anécdota pedagógica agregaría temores a Gonzalo Millán. Y a cualquiera.

martes, junio 19, 2007

Por el alma de un inocente


Es un gesto inútil, vano en el ajetreo y el devenir. Pero dejo testimonio por un pobre gatito muerto. Lo atropellaron en Macul con Los Alerces. Quedó vivo. Lo fuimos a recoger con una señora para que no lo reventaran los autos. Nos miró agradecido, y de a poco se fue apagando mientras desplegamos su cuerpo en la tierra. Nuestro acto de decencia y dignidad fue lo último que experimentó en la tierra. Murió tranquilo.

No pude hacer más. Tuvo que quedar ahí, un cadáver en la separación de las vías. Espero que haya una posta de solidaridad, y recojan su cuerpo. No quisiera que algún imbécil lo chuteara al medio de la calle, sólo para ver cómo lo despedazan.
Siento que no podía dejarlo así.
Esto es un pequeño homenaje al gato desconocido. Todos somos gatos desconocidos.

martes, junio 12, 2007

Solo Bertoni


Acabo de empezar la lectura de Bertoni. A mis amigos no les gusta. Poesía ramplona. Poesía rasca. No recuerdo la palabra que usó uno de ellos. Son poetas, siempre encuentran la palabra precisa. Yo no: a patadas con una narrativa de una poética a definir - que me guardo en secreto aunque se me adelanten cada día que pase yo en silencio -, nunca encuentro la palabra adecuada.

Estoy de acuerdo con ellos. Rasca. Pero no me parece necesariamente negativo. Por supuesto que no es Quevedo con sus sonetos al ojo del culo, pero algo de ello tiene. La exaltación del acto de contemplación de un culo puede llevar a una sublimación de la experiencia cotidiana. Aunque siga sonando rara la palabra poto, la palabra chuchetumare, impresas en un libro de poesía. Precisamente porque son actos del diario vivir, son parte de la sublimidad de la esencia del mundo que se encuentra en todo. Tal vez resabio del Tao a partir del Zen (me dicen que Bertoni por esos lares anda).

La impresión de la primera lectura me lleva a otro lado: la poesía del desamparo, la poesía de la absoluta precariedad. La poesía de la contemplación de nuestra vida normal (¡qué más ramplón que la vida cotidiana!) en la absoluta soledad (DE PURO SOLO / saludo a mi cama/ antes de acostarme) y la miseria, la vagancia que genera ese vacío - como el del monje pobre que anda por los caminos, junto con un perro (principio de soledad por identificación: Salí a caminar antes que oscureciera/ estuve casi una hora sentado enla plaza pedro de valdivia/ un perro color barquillo se me acercó y me lamió la mano/ yo le hice cariño y se tendió a mi lado/ minutos después lo despertó una sirena de incendios/ calculé que se hubiera dormido/ me levanté con cautela y me fui), agradeciendo las pequeñas interrupciones pasajeras. El paralelo, el relleno del hueco (el brazo cuidadoso que cuida el sueño de la que deseamos para toda la vida), la poesía como un indicio miserable de todo lo que está detrás. Qué nos queda en la soledad más que un recuerdito dulzón, muy penca e inconfesable (pequeñas tablas que flotan, y por eso bellas y dignas de recuerdo)

PIES
de noche

cuando tú duermes
a un lado de la cama
y yo en el otro

juntamos las plantas
de los pies

Lo que me resulta precisamente atractivo es esa iluminación de lo cotidiano con momentos trascendentes absolutamente simples, con un lenguaje sencillo, casi ingenuo, experiencia pura, cosismo extremo en el desamparo. Siento placer con esa vulgaridad tan imaginante, precisamente porque es el primer acceso a una experiencia indecible y vulgar.

nadie con quien compartir
esta hermosa mañana

en vez de llorar de gusto
dan ganas de llorar de pena

Generar la imagen casi sin la intervención del lenguaje. La honestidad de la contemplación. La pura experiencia cotidiana, la poesía de la situación, de la mendicidad de experiencia trascendente en las cosas más vulgares (purificación en la contemplación del cuerpo)

SUCEDE
que uno se vuelve a mirar
un pantalón redondeadito
y choca con un poste

que uno se sienta en la cuneta
se desabotona el último botón de la camisa
deja los libros en el suelo
se toma la cabeza entre las manos
suspira
y no da más

Me impresiona la soledad de Bertoni. El chopazo que golpea la mesa, el sorbo de la espuma en la boca, la mirada fija en la mesa, y la palabra que a veces hemos dicho: viejito, estoy más solo que la mierda. que la mierda...


Prosaica. Uno de mis amigos dijo que era prosaica.

Manuscrito hallado en un blog que no existe


Cuando pases por esta página
deja al menos un graffitti
para estar igual de solo
que la mierda

viernes, junio 08, 2007

Iluminación oída en un viaje interregional


- ¿Está la ojos bonitos de la Ruti?

A él la Araña no lo vino a despedir. No alcanzó a llegar. Él le avisó por teléfono que su bus ya había salido. Lo vino a dejar la Oreja. La Araña le reclamó. Él la mandó a la cresta. A fin de cuentas qué importaba: él vuelve a su tierra, a Talca. Santiago le cansó. Llama a gritos por su teléfono celular para despedirse de las chiquillas. De un tipo que fue un amigo. No está. Le deja un hermoso recado: que ha sido un gran amigo, que viaja muy agradecido de él por eso, y por todo lo que le dio.

El viaje de él ha sido un viaje clásico (me encantaría saber cómo se llama, pero voy bastante más adelante, y me da un poco de pudor preguntarle – esto no es un tren, no es la misma mecánica de esas novelas tipo Highsmith o Greene, donde los personajes pueden interactuar en los amplios pasillos y las espaciosas butacas. Los buses son pequeñas cárceles. Como los dormitorios de los japoneses). Buscó trabajo en Santiago. Se le acabó el contrato y se peleó con los administrativos. Parece que tiene a su mujer embarazada. La de Talca. Aunque podría ser una prima, la hermana, la tía. Lo que cuento es el relleno que dejan sus silencios por el teléfono y por lo no dicho. El viaje de Vozarrón (pongámosle un nombre) es el viaje del que nos hablan los profesores de historia. La migración campo-ciudad. El viaje de cientos, de miles de chilenos que en su tierra no veían mejores expectativas que raspar algo de la tierra, y que estaban seguros de que para donde vamos (y aún no llegamos, por más que algunos lo piensen) se necesita dinero, así que había que ir a buscarlo a la Capital, donde estaba el maldito.

Son estos Vozarrones los que construyeron muchas de nuestras familias. Somos hijos de estos sujetos. Somos nietos de estos sujetos. Vinieron a buscar un trocito de algo mejor. Al igual que los checos, los árabes, los italianos, los españoles que llegaron a Chile. Somos hijos de una oportunidad. No tenemos muchas diferencias con los Yurazeck, los Paulmann, los Falabella, en ese sentido. La diferencia estuvo en el origen material, no en la etnia, no en la cultura. La historia del abuelo inmigrante pobre, que muchos tratan de construir, es varias veces dudosa. Y estos inmigrantes se reprodujeron en nosotros, en nuestras visiones de mundo. Pero no es el tema de este registro. Me he desviado.

Vozarrón habla ahora con la Rubia. Le cuenta que el Tola-Tola va en un bus que sigue al nuestro. Que no alcanzó a llegar. Que se van a juntar en Talca. Que el (?) los espere, para que se tomen una bebida. Vozarrón ha hablado todo el viaje. Tal vez ahora calle porque se le acabaron los minutos en su celular. Vozarrón está ansioso. Vozarrón vuelve a su tierra. Vuelve donde su señora que está gordita. Vuelve lleno de historias, de dinero, de nueces en una caja. Vuelve porque serán mejores los suyos después del viaje. Qué importa el mal rato con los administrativos. Vozarrón vuelve. Se va a juntar con sus amigos.

El Vozarrón llama a sus amigos, a sus amigas. Que la Rubia se junte con ellos. El Pela, el Gancho, el Perico. Está reuniendo las tropas. Quiere que se junten, para una bebida. Difícil pensar en la gaseosa. Les está avisando que se junten en la Raya, camino a Talca. O a la salida de Talca, no le entendí bien. Que pueden ir todos a la Raya, y de ahí irse a un lugar que suena como a la radio, a club social. Así que se puede imaginar las sillas tipo colegio, esas metálicas, de cholguán revestido con apariencia de pino, y los remaches asomándose para enganchar los pantalones y acabar en su roce con la poca lana que le ponen a los pantalones. Se puede pensar en la radio sonando de fondo mientras se ríen alrededor del causeo, la pichanga, el pollo, la cerveza, el vino, la chicha, el pisco. Se pueden suponer las risas. Vozarrón va a hablar. Tiene cosas que decir sobre Santiago.

Vozarrón me deja helado. El vozarrón me ha seguido por las orejas hasta pegarme un combo en la guata. De esos que te dejan sin aire. Vozarrón le cuenta a una vecina de asiento por qué se marcha de Santiago. Por qué no valía la pena seguir peleando con los administrativos, por qué no quería buscar otra pega allá, aunque la plata era buena, era mejor que en Talca: en Santiago se corre mucho, la gente anda peleando, los jefes presionan mucho. La palabra que usamos es estrés. O Stress. Las palabras de Vozarrón fueron mucho más sabias, mucho más directas: “Al ritmo que corremos, señorita, estamos comprando pasajes derechito pal cielo”. Vozarrón, de nuevo, me deja helado.

Vozarrón vuelve a su tierra porque está cansado. Porque ama. Vozarrón sabe que las cosas en su tierra son “otra cosa”. Necesita descansar, aunque vuelva a trabajar. En su tierra las cosas se hacen de manera distinta. En el ritmo de Santiago, Vozarrón está agobiado. Vozarrón vuelve a vivir.


***

Me imaginaba a Vozarrón viejo, chico, colorado, correoso, con las manos grandes, cortas y ásperas. No. Vozarrón era un hombre cercano a los cincuenta, fibroso, joven, flaco. No tenía cara ni de muy vivido ni de sabio. Era un hombre normal. Un hombre que contempla las fuerzas a su alrededor. Un hombre con un poco de jiba, tal vez porque lo han mandado mucho. Quise despedirme de Vozarrón. Quise pedirle que siguiera contando su historia a los santiaguinos, como lo hacía con su vecina. Que no se callara, que nos siguiera hablando, porque Vozarrón era un hombre sabio. No era la Arcadia, ni Avalon lo que escuchaba, no el tópico de la Edad de Oro con su mala conciencia, con su conservadurismo. Era la vida. No la vida para hacer cosas. Era la vida para contemplar, amar, vivir.

La intervención musical del flaite



Como todos los días, iba en el microbús mirando por la ventana, prestando atención indistintamente al paisaje, a los pasajeros que subían y a la revista que sostenía entre mis manos (en este caso, el diario Ñ, del [¿?]). Más o menos a la altura de Plaza Baquedano (o Italia) se subió un grupo de jóvenes. Pelo cortado con pifias voluntarias, pantalones anchos, caídos, mostrando los calzoncillos, sus grandes zapatillas blancas de dibujo animado, sus polerones amplios, con todas las X posibles delante de la L, sus gorros de lana hasta bajo las cejas, sus medallones. Según la categorización de algunos de mis alumnos, flaites. Un par de señoras, un joven profesional liberal, un par de muchachas, mi vecino, los miraron con desconfianza. En mi intento de no prejuzgar, logrado en esa circunstancia, no lo hice. Ecce cor meum en el mp3 me tenía relajado, vinculado con el mundo y su spiritus lead us to love. Sí, estoy procurando amar el mundo en toda circunstancia. Los cercanos, si quieren, llámenlo compensación. El contexto era fácil para lograr tal cometido: iba sentado cómodamente en la micro, a pesar del día frío caía un calorcillo por el sol en la ventana, mi vecino no ocupaba mucho espacio de mi asiento, había comido bien y dormido estupendamente la noche anterior, me habían coqueteado en el bus, regalado un pastel extra, en fin: placidez. Como estamos en occidente y tanta bondad se vuelve aburrida, aquí viene el pero: se agotó la batería del reproductor. Olvidé cargarla. Así que tras la angustia del destete, los sonidos del mundo entraron a raudales en mi círculo de luz. El rugido del motor, las conversaciones ajenas, confundiéndose en ruido, los bocinazos. Desocupados lectonautas, ustedes lo conocen cuando no están frente a la pantalla. Del medio del pasillo de esa micro antigua, sin parlantes en cada cinco pares de asientos, salía un reggaetón bien saboreado, rasposo, desde un pequeño aparato (no sé si un celular o un reproductor portátil con parlantes) en la mano de uno de los jóvenes flaites. Caliente y agresivo, nada más alienu a la sinfonía romántica inglesa que venía escuchando, la violencia del reggaetón me sacó definitivamente de mi estado de placidez. Me carga: desde por razones éticas como su tratamiento de la mujer o la moral más penca de la supervivencia callejera, hasta por su ritmo.

Mi primer impulso fue putear internamente a "estos flaites" que "no respetan a nadie" y "se comportan como animales" en un "espacio social". El primer impulso de la resignación son la queja y el odio, que lleva a la derrota. En eso estaba cuando me pillo con esta línea de la documentalista Tellas en un artículo sobre los artistas amateur del Suplemento Ñ nº 166, a propósito de la identidad y la función artística de estos actos "no profesionales" del arte:
"Venimos de muchos años de ser excluidos de todo, inclusive de la propia vida, por eso hay en estas manifestaciones como un reconocimiento de la vida, de la experiencia de las personas, que podrían ser cualquier persona".
Si bien sin lugar a dudas una sobreinterpretación, pues lo más probable es que no sea consciente, la línea me hizo click con la invasión musical del reggaetón que experimentaba la micro, con los rayados que violentaban el vidrio (instrumento de acceso al mundo externo en ese constructo cerrado que es el bus), con los tags en las murallas, el rayado de la barra proleta de la UC en esas casitas de Apoquindo, el auto enchulado... ¿Qué son sino un intento de visibilidad dentro de la exclusión urbana? Nuestro primer impulso fue atemorizarnos de un grupo de flaites que se subieron a la micro. Nuestro primer impulso es jerarquizar, negar, destruir a lo distinto. Monstrificar.
Es molesto, no lo niego, el acto de invasión. Pero en este caso, ¿por qué? Al fin y al cabo es sólo música que no me gusta. Una mancha en mi pared, el linde y la fachada de mi propiedad. ¿Es un atentado contra lo público y lo privado? En ese toque, el color verde espantoso de la casa de mi vecino es un atentado contra mi gusto. Qué decir de los paraderos del Transantiago, o de la violencia de la gente cuando compra el pan en el supermercado. ¿Por qué no hacer un giro integrativo y tratamos de escuchar ese mensaje no consciente, pero si voluntario e intencional, es decir, sí productor de información y sí con un propósito determinado? ¿Por qué no aceptar el gesto? De alguna forma algunos deben hablar. Es una perorata de existencia. Les hemos excluido de la vida material, de la vida simbólica, de la cultural.Creo que el acto de oír es el primer paso para que el otro complete su acto de ser-sí. Al fin y al cabo, somos seres que vivimos en el lenguaje. Lenguajeamos, diría un bigotudo muy amable.

lunes, junio 04, 2007

Show me the money

(Preprise)

OK. Estoy enfadadísimo. Por alguna extraña razón, tengo un problema con java en mi explorador, y acabo de perder un largo comentario sobre esta página. A ver si me animo a reproducirlo más tarde, por ahora, sólo diré que el final de este artículo sobre la experiencia de Sarah Griffin de la depresión de su padre, me dio algo de asco metafísico. Infieran el por qué (ese verbito preuniversitario...):


Sarah Griffin's childhood diary on coping with her dad's depression and his death Social care SocietyGuardian.co.uk

domingo, junio 03, 2007

vaiven

Mmmm. La depre tiene algunos rasgos similares a los de la borrachera: uno no recuerda ni el cómo ni el por qué de ciertas cosas que luego reconoce que jamás debió haber hecho. Como la nota de anoche. Ahora que reviso el escrito me siento como si despertase en un lugar desconocido, con alguien desconocido (he ahí por qué no debería haber pasado). Pues bien. A lo hecho, pecho. Sigo de acuerdo con algunas frases y un par de imágenes. Por lo tanto, seré político y sólo diré que la nota fue publicada por un error de mi secretaria, que hay muchas cosas que dictó un asesor si mi consentimiento.

Volvamos al propósito por el cual abrí este blog. Recupero, a propósito de, esta nota de una entrevista a Humberto Maturana:

Amor-Amar (el sustantivo detiene, el verbo hace referencia al fluir, al suceder): Una persona dice que alguien tiene una conducta amorosa cuando ve que alguien se conduce de modo que a través de lo que él hace, él mismo surge en su legitimidad con él o con ella, es decir, el amar es el modo de relacionarse en el cual el otro no tiene que disculparse por ser. En el cual la actitud de uno no antepone un prejuicio, una expectativa o una exigencia en la relación, y abre, por lo tanto espacio para que aparezca lo que quiera que pueda aparecer.

sábado, junio 02, 2007

con ánimo de engrudo

Estoy en Rancagua, solo, escuchando las evoluciones de un camión de basura procesando su recolección, interrumpido de cuando en cuando por la sirena de un tren que no acaba de pasar (¿es tanto el silencio que se escucha la línea tan distante o es que me lo imagino como acorde necesario para una noche y una imagen como ésta?). Estoy en un departamento del centro, el equivalente a un departamento en Portugal, es decir, cerca de todo pero donde no pasa nada. Y peor. Nada. Rancagua es una ciudad muerta de noche. Por lo menos lo que alcanzo a conocer. Me han sugerido un par de tugurios, todos paquetones, todos con una decencia cínica. Enfrente hay un café, el Haití, por lo que me cuenta Nicolás, un café pretencioso, donde va el jet-set de Rancagua. Es como cualquier café de Providencia, pero grande. Una especie de Tavelli pero sin pretensiones de diseño (y bastante más barato, por cierto). Una especie de Tavelli con lomos a lo pobre. Uhm. Ando un tanto disoluto. Creo que es el síndrome de abstinencia. Ya ni siquiera soy un chispazo de mí mismo. Creo que queda algo así como el susurro del flúor de un sticker de papa frita. Es el problema de las malas elecciones.
Hablando de idiotas. Uno acaba de quemar neumáticos en la esquina. Zopilotes. Como si con eso se volvieran más hombres, o más interesantes. Nunca he entendido esa admiración adolescente por la imbecilidad. Ni cuando era (¿?) imbécil ni cuando adolescente. Esa predilección por la risa idiota. Por el acto idiota.
Actos idiotas. Como dejarla partir por estar tu vida sentado al borde la cama con la mano en las sienes mirándote la punta de los pies. Y tus “problemas”. Al final de eso se trata todo esto. Este mes de mayo que Elliot se equivocó y puso en abril.
De eso se trata todo esto. De las malas elecciones. Había que soltarlo. Esto ni siquiera debería pertenecer aquí. Fue un mal striptease.







como si alguien leyera esto

miércoles, mayo 30, 2007

Lo gracioso de pensar sobre lo inconcluso es que generalmente no se termina.