sábado, octubre 07, 2006

El cuento de Vader


Hay que matar al padre. Sacudirse de los dominios del pasado para ser un sujeto independiente. Sólo en la destrucción del padre podremos verlo como realmente es, un ser humano lleno de flaquezas y debilidades. El padre como cadáver se vuelve flácido con la mirada. Luke crece, se vuelve caballero, sólo cuando se reconoce en el cadáver de Vader, sólo después de destruirlo mediatizado por el emperador. Mata al padre, velo como es. Deconstrúyelo, desármalo, pero no lo quemes. Ninguna muerte debe ser gratuita.

Me asalta el cuento de Vader ante una próxima reunión con mis compañeros de colegio. Uso la figura de Star Wars para conectarlo precisamente con la adolescencia. Muchos para ser han matado, devastado, desolado, humillado. Han matado al padre, pero no han visto el cadáver con la dulzura del reconocimiento. Lo han mutilado, tapado, enterrado. Escupen y bailan sobre su tumba. Algunos de mis amigos se han vuelto instantes, así de fútiles, así de inexistentes. Por qué. Escupieron, quemaron, olvidaron, sobre todo negaron. Ni vienen ni vendrán. Se moverán en un permanente instante de supervivencia, nada más. Satisfecho el culo y tirada la cadena queda nada.

Recuerdo los ojos de Luke ante Vader. En otros héroes el cadáver apesta y se esconde bajo la cama. Miro por la ventana y creo que no soy sólo yo ni mi circunstancia. Hay harta mosca en Santiago últimamente. Afortunadamente no se nota, se confunde entre el smog y el vidrio de las torres de Isidora Goyenechea st. .

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