sábado, septiembre 30, 2006

Primero, la idea



"El chico tendría unos doce años. O trece, más o menos. Era negro. Iba botando la pelota, con calma, como si buscara algo en su interior, luego, cuando lo encontraba, se paraba y tiraba a la canasta. Siempre la metía. Se oía un ruido procedente de la red, era como una respiración, o un minúsculo golpe de viento. El chico se acercaba a la canasta, recogía la pelota que estaba parándose, como si estuviera exhausta al haber respirado aquel minúsculo viento, la cogía en la mano y empezabaa a botarla de nuevo. NO parecía triste ni tampoco contento, botaba la pelota y la lanzaba a la canasta, simplemente, como si estuviera escrito de ese modo, desde hacía siglos.

Yo conozco todo esto, pensó Gould.
Primero reconoció el ritmo. Cerró los ojos para escucharlo mejor. Era ese ritmo.
Estoy viendo un pensamiento, penso Gould.
Los pensamientos que están pensando en la forma de la pregunta. Rebotan deambulando para recoger a su alrededor todos los retazos de la pregunta, según un recorrido que parece casual y destinado a sí mismo. Cuando han reconstruido la pregunta, se detienen. Ojos en la canasta. Silencio. Elevándose sobre el suelo, la intuición carga toda su fuerza necesaria para urdir la lejanía que la separa de una posible respuesta. Tiro. Fantasía y razón. En el aire se traza la parábola lógico-deductiva de un pensamiento que gira sobre sí mismo bajo el efecto de un latigazo de muñeca impreso por la imaginación. Canasta. La enunciación de la respuesta: como una respiración. Enunciarla es perderla. Se desliza y ya es retazos de una próxima pregunta que saltan. Vuelta a empezar".

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